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domingo, 30 de enero de 2011

Te Busco Con Todo Mi Corazón


En la portada de su “Tratado sobre la Meditación”, Rabí Dovber de Lubavitch cita este versículo de los Salmos: “Te busco con todo mi corazón”. Este es el objetivo de la meditación judía, buscar y encontrar a Di-s y revelarlo en nuestra vidas.
Di-s nos puso en este mundo y ocultó Su presencia para jugar con nosotros el juego de las “escondidas” divino. Con nuestro esfuerzo consciente por encontrarlo Le brindamos alegría, como si fuera, y así cumplimentamos Su deseo en la creación.
Encontrar a Di-s en nuestras vidas es nuestra necesidad más profunda y también la Suya.
Si usted sabe dónde perdió una piedra preciosa, irá a buscarla allí y a ningún otro lugar. Así también Di-s Reveló Sus caminos, los senderos por los que El Mismo camina, en la Torá. Los mandamientos de la Torá son los “caminos de Di-s”, el “lugar” hacia donde nos tenemos que dirigir cuando buscamos a Di-s. Por esta razón, la meditación judía más básica, viviendo en el espacio Divino, está basada en los seis mandamientos continuos de la Torá.


Centro de difusión de Cabalá y Jasidísmo del Rabino Itzjak Guinsburgh Shlita

Punto, Línea y Área


La cabalá y el jasidismo hablan de tres etapas de desarrollo: “punto, línea y área”. Aplicado a la conciencia meditativa, el “punto” de meditación es “te busco con todo mi corazón”.
La “línea” es la percepción de “direcciones” bien definidas” o una orientación en la meditación, que se refiere a las seis direcciones que nos rodean en todo momento y cómo ellas corresponden a los seis mandamientos continuos de la Torá. (Note que en este caso, la “línea de meditación es verdaderamente tridimencional.)
El “área” completa la conciencia meditativa en lo profundo de nuestra meditación, tan facinante en la riqueza de los “detalles” Divinos (tanto en los planos intelectuales y emocionales) que uno trasciende el propio estado límitado de autoconciencia, “metamorfoseándose” hasta volverse uno con la verdad Divina envestida en la meditación.
De esta manera, las tres etapas de “punto, línea y área” en relación a la meditación pueden ser expresadas como “objetivo, orientación y metamorfosis”.


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El Servicio del Corazón


Como el punto inicial de la meditación es “te busco con todo mi corazón”, esta puede ser comprendida como “el servicio del corazón”. Sin embargo, nuestros sabios se refieren a la plegaria como “el servicio del corazón”, por lo que vemos así la relación intrínseca entre la meditación y la plegaria.
Ciertamente la plegaria es la culminación o la expresión consumada de la meditación. Veremos que la plegaria refleja la experiencia interior del que medita, englobado por la conciencia de vivir en el espacio Divino. Como explicaremos, la plegaria es el afán del alma por transformar la línea de la meditación en un área completa, o en otras palabras metamorfosear nuestra estado limitado de autoconciencia. La plegaria, que es el punto interior de las seis direcciones del espacio Divino, convierte el “entorno” meditativo, la periferia relativa de la conciencia en un “área” Divina palpitante y viviente. El punto inicial de la meditación crea una estructura Divina; el punto final interior –la plegaria- crea para el meditador una extensa y completa vida Divina.


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El Estudio como Preparación para la Meditación


En Jasidut está explicado que la meditación posee tres etapas, que corresponden en si mismas a la progresión “punto, línea, área”:
a. Estudio como preparación para la meditación,
b. Meditación previa a la plegaria y
c. Meditación durante la plegaria
La relación entre ellas es:
a. un punto aún inanimado,
b. una línea animada dinámicamente y
c. una experiencia completa –área- de vida Divina.
Como el estudio en general es el punto que precede al verdadero servicio de la meditación, mientras estudiamos debemos tratar de mantener conciencia del punto inicial de la meditación en sí: “Te busco con todo mi corazón”. El éxito en avanzar hacia la línea y finalmente hacia el área estará en proporción directa a la sinceridad y la intensidad del punto –mientras estudiamos y posteriormente cuando damos comienzo al verdadero servicio de la meditación. 
Si en cualquier instante la vastedad y la profundidad del estudio se vuelve agobiante, siempre tenemos el punto hacia donde retornar. En el estado relativamente inanimado del estudio, el punto es la chispa de vida que nunca se extinguirá (Keter Shem Tov 84 11c en el versículo de Levítico 6:6: “un fuego continuo arderá en el altar; no se debe extinguir”). Esa chispa de vida es la que nos inspira a alcanzar niveles más profundos e intensos de entendimiento en el estudio, a pasar del punto a la línea y al área desde el estudio mismo.


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El Alma y la Realidad


La mente es la interfase o intermediario que conecta el alma y la mente. Estamos siendo bombardeados constantemente con estímulos y sensaciones del mundo que nos rodea; la mente procesa esta andanada de sensaciones y determina cuales son las que merecen ser tomadas en cuenta, las clasifica y ordena según las prioridades y decide cuál respuesta es apropiada a cada estímulo en base a las experiencias pasadas o a principios propios.
Por lo tanto, el modo en que funciona la mente de la persona es lo que determina cómo se relaciona con su entorno. Por lo tanto, para vivir al máximo, debemos proveerla de categorías apropiadas en las cuales pensar, para procesar la realidad y relacionarse con ella. Este es un propósito fundamental de la meditación judía.
A través de la meditación, tomamos la mente indómita y la entrenamos para pensar en términos de imágenes que sean verdaderas y basadas en la Torá. Al tomar un tema a través de niveles de abstracción cada vez más profundos, alcanzamos y afectamos dimensiones cada vez más profundas de nuestra mente, transformándonos gradualmente a nosotros mismos y a la forma en que respondemos al mundo exterior e interior.
Con este objetivo, el “meditador” experimentado hará uso del espectro completo de la literatura bíblica, talmúdica, midráshica, cabalística, rabínica, jasídica y la filosofía y ética judías. Utilizará estos recursos para fertilizar el potente terreno de su imaginación y su facultad de asociación y producir un jardín conceptual multidimensional de constante evolución de ideas y penetraciones dentro de la realidad. Siendo evaluados en el contexto de las esferas mencionadas del conocimiento de la Torá, el conocimiento de la naturaleza –la creación de Di-s– también puede ser convocado para el mismo objetivo.


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Metodología


En la meditación judía, nos afanamos en entender en profundidad las verdades divinas investidas en el texto de la Torá y en las maravillas de la creación de Di-s. Esto en si nos une a Di-s el Creador y a Su Torá. Entonces, procedemos a establecer puntos de aplicación entre las verdades Divinas que vamos entendiendo y nuestra vida personal.
La meditación es realzada oyendo las palabras sagradas de la Torá (si es posible en hebreo, la lengua santa) y visualizando simultáneamente las letras sagradas. Contamos las letras santas como podríamos contar joyas preciosas, una a una. Enamorados con cada letra, sin poder dejarlas –para pasar a la próxima letra- unimos las letras como flores, una a la otra, para crear un hermoso ramillete. El verdadero cariño hacia las letras de la Torá surge de llegar a comprender que el Infinito, bendito Sea, Se ha entregado a nosotros, por así decirlo, en ellas.
Con este objetivo, afirmaremos cada concepto que presentaremos en esta exposición con la cita específica de su fuente, tanto de la Biblia o de la literatura rabínica.


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Conocer a Di-s con Humildad


En definitiva, un judío medita porque Di-s así lo desea. La Torá declara: “Sabe este día y asiéntalo en tu corazón que Di-s es Di-s arriba en los cielos y abajo en la tierra, no hay otro”. En el Tania, el texto clásico del jasidismo, Rabi Shneur Zalman de Liadi concuerda con la opinión de aquellas autoridades rabínicas que cuentan este versículo como uno de los 613 mandamientos de la Torá. Este es el mandamiento de “conocer a Di-s” meditando sobre El y Su creación continua del universo.
En la meditación, nuestros corazones son inspirados a alejarse de las vanidades, engaños y futilidades mundanos que pueblan normalmente nuestra conciencia –siendo todos estos estados ilusorios de la existencia- y volverse hacia la única y verdadera realidad: Di-s.
Como es el caso de todos los emprendimientos humanos, la efectividad de la meditación es claramente un regalo de Di-s. Sin embargo, se nos ha dado el libre albedrío y lo debemos utilizar en sumo grado –en nuestro caso buscando a Di-s desde lo más profundo de nuestro corazón– para merecer semejante presente.
Para que las semillas de la meditación echen raíces en nuestra alma, crezcan y produzcan frutos, debemos volvernos una “tierra” fértil. Esto depende de nuestra adquisición espiritual de humildad (como la del súbdito que lleva a cabo el deseo de su rey) y desinterés (el estado en el cual el hijo devoto sirve a su padre).


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Meditación como un proceso de Traducción


Algunos principiantes interpretan erróneamente la meditación como un intento de negar y así trascender nuestro proceso normal de pensamiento. Jasidut enseña que la meditación intenta traducir o interpretar la inspiración Divina percibida instintivamente por el alma Divina, dentro del contexto de la inteligencia natural y oscura del alma animal. Esto se consigue a través del uso de parábolas precisas y ejemplos psicológicos y físicos relacionados a los conceptos Divinos de la meditación. Por ejemplo, la descomposición de la semilla –su retorno a un estado relativo de “nada”– antes de brotar, puede se usado como una analogía a la creación ex nihilo.
Debemos refinar nuestro intelecto por medio de la meditación profunda, para volvernos un conducto fiel que pueda transmitir y dirigir la conciencia Divina a nuestro estado del ser consciente de todos los días. Claramente, el intelecto mismo es un regalo de Di-s y su origen es en definitiva Divino y no mundano.


Con todos estos pensamientos en mente, podemos volvernos ahora hacia nuestra meditación, Vivir en el Espacio Divino.
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Las obligaciones del Corazón


La meditación que presentamos en estas páginas es verdaderamente básica en la vida espiritual judía. Como veremos, contiene muchas de las enseñanzas fundamentales del judaísmo y además puede servir como un filtro a través del cual podemos virtualmente procesar todos los aspectos de la realidad. Como tal, es un ejemplo de primera clase del propósito de la meditación judía como ya se explicó.
Esta meditación está centrada en las seis mitzvot (“mandamientos”) continuas de la Torá. Los 613 mandamientos de la Torá se pueden clasificar de varias maneras:
1. positivas (hacer, que son 248) y negativas (no hacer, que son 365);
2. a quién se aplican (p.ej: todos o sólo el rey, los sacerdotes, etc.);
3. cuándo se deben realizar (en todo momento o sólo cuando el Templo está en pie, etc.);
4. dónde se deben realizar (en todo lugar o sólo en la tierra de Israel, sólo en el Templo, etc).
Implícitamente, en el plano espiritual todos los mandamientos de la Torá se aplican a cada uno de los judíos en todo tiempo y lugar, como fue enseñado por el Baal Shem Tov. Sin embargo, explícitamente, en el plano físico, sólo seis de las 613 mitzvot se aplican a todos los judíos en todo tiempo y lugar, en vista de que son “obligaciones del corazón”:
1. Creer en la existencia y la providencia de Di-s.
2. No creer que existen otros dioses.
3. Creer que Di-s es una unidad absoluta, no compuesta y todo abarcadora.
4. Amar a Di-s.
5. Temer –de manera reverencial- a Di-s.
6. Proteger nuestras mentes de pensamientos negativos.




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Las Seis Ciudades Refugio


Repasando la sección anterior, decíamos que las seis mitzvot permanentes del corazón comprenden:
  1. Creer en la existencia y la providencia de Di-s.
  2. No creer que existen otros dioses.
  3. Creer que Di-s es una unidad absoluta, no compuesta y todo abarcadora.
  4. Amar a Di-s.
  5. Temer –de manera reverencial- a Di-s.
  6. Proteger nuestras mentes de pensamientos negativos.
La Torá especificó seis Ciudades de Refugio que sirven de amparo a a los culpables de homicidio involuntario. El individuo culpable es instruido a escaparse a una de estas ciudades y permanecer dentro de ella. Las seis mitzvot constantes son enumeradas en la introducción del Sefer HaJinuj, libro que se refiere a ellas como “las seis ciudades de refugio”.
Al igual que el culpable involuntario se escapa a esas ciudades, cada judío es instruido a entrar a todos estos seis mandamientos constantes de la Torá y no abandonarlos nunca.


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Construyendo un Santuario Espiritual


Esencialmente, la Meditación de Viviendo en el Espacio Divino es imaginarse estar dentro de un cubo, o sea, construir a nuestro alrededor un santuario espiritual o Templo, definido por las siguientes seis mitzvot:
1. Arriba: la creencia en la existencia y la providencia de Di-s
2. Abajo: la negación a la creencia en otros dioses.
3. Frente: la creencia de que Di-s es uno.
4. Derecha: el amor a Di-s.
5. Izquierda: el temor a Di-s.
6. Atrás: la protección de la mente de pensamientos negativos.
De acuerdo con la Torá la orientación del hombre es mirando hacia el este (la salida del sol). De esta manera, el sur está a su derecha, el norte a su izquierda y el oeste (la puesta del sol) atrás. 
El valor numérico de las tres letras de la palabra Ejad (Uno), del versículo “Oye Israel, Di-s es nuestro Di-s, Di-s es Uno”, es 1 - 8 y 4. Nuestros sabios interpretan estas tres letras como una alusión a que Di-s es Uno (1) en los siete cielos y la tierra (8) y las cuatro direcciones laterales (4). En nuestro santuario espiritual, “arriba” incluye siete cielos y “abajo” la tierra. Las cuatro direcciones laterales –este, oeste, sur y norte- corresponden a adelante, atrás, derecha e izquierda respectivamente como ya se explicó.
<><><><>
este
adelante
oeste
atrás
sur
derecha
norte
izquierda
En jasidut, se nos enseña que el hombre desarrolla su conciencia reconociendo primero la coordenada espacial vertical arriba-abajo, luego de lo cual es posible incorporar en nuestra conciencia espacial general el mundo circundante con las coordenadas horizontales o laterales derecha-izquierda y adelante-atrás. Este es el orden de las letras de Ejad, como así también el orden de la meditación en los seis mandamientos continuos de la Torá. Esta meditación comienza con los dos primeros de los Diez Mandamientos, que corresponden a la coordenada arriba-abajo, y continúa con aquellos mandamientos que corresponden a las direcciones espaciales laterales.


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Las Emociones del Corazón y los Seis días de la Creación


En cabalá, los seis lados del cubo corresponden a las seis emociones del corazón. Estas emociones tienen su origen en los seis atributos Divinos (sefirot): “bondad” (jesed), “poder” (guevurá), “belleza” (tiferet), “victoria” (netzaj), “reconocimiento” (hod) y “fundamento” (iesod). Cada uno posee una luz interna o experiencia espiritual: “amor” (ahavá), “temor” (irá), “misericordia” (rajamim), “confianza” (bitajón), “sinceridad” (temimut) y “verdad” (emet) respectivamente. Esto se corresponde con los seis lados del cubo de la siguiente manera:
<><><><><><><><> <><><><><><><><>
Atributo Divino
Experiencia Interna
Dirección
Bondad
Amor
derecha
Poder
Temor
izquierda
Belleza
Misericordia
adelante
Victoria
Confianza
arriba
Reconocimiento
Sinceridad
abajo
Fundamento
Verdad
atrás
Las seis emociones del corazón, en el orden presentado aquí, corresponden a los seis días de la creación. En el primer día, Di-s creó la luz con “amor”; en el segundo día creó el firmamento para separar las aguas superiores de las inferiores con “temor”.
La vida aparece en general por primera vez en el tercer día, que corresponde al atributo Divino de “misericordia”, en dirección frontal. La luz trascendente de Di-s y Su luz inmanente están simbolizados por el “sol” y la “luna”, que fueron creados en el cuarto día que corresponde al atributo Divino de “victoria”.
En el quinto día, que corresponde al atributo Divino de “agradecimiento”, Di-s creó los peces y las aves. Adán fue creado en el sexto día, y corresponde al atributo Divino “fundamento”; él representa “el sello de la verdad” de Di-s respecto de toda la creación que le precedió.


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Las Almas Arquetípicas del Pueblo Judío


Los seis atributos del corazón, desde jesed hasta iesod, también corresponden a las seis almas arquetípicas del pueblo judío: Abraham, Izjak, Iaacov, Moisés, Aarón y Iosef. El orden de las sefirot es en el que se manifiestan en el alma (y el proceso creativo Divino) de estos prototipos espirituales, comenzando con los patriarcas de Israel. El orden de las mitzvot es el del proceso de rectificación del alma humana, apareciendo también en esta secuencia en la Torá, siendo por lo tanto el más apropiado para el orden de nuestra meditación.
Una clara alusión a la estructura de nuestra presente meditación se encuentra en la enseñanza que señala que Adam (la raíz espiritual de Iosef) construyó –en el plano espiritual- el muro occidental del Templo, Abraham el del sur, Itzjak el norte, Iaacov el muro oriental, y Moisés el techo, mientras que Aarón caminó, descalzo, sobre el piso del Templo. Estas almas y direcciones corresponden exactamente a la meditación que vamos a describir.
Veremos que dentro del cubo meditativo –nuestro Templo espiritual- “Yo soy una plegaria”, como está escrito: “Mi casa será una casa de oración…” es la mitzvá de rezar. Esta corresponde a la séptima sefirá, maljut (“reinado”), cuya experiencia interna es shiflut (“humildad”) y que corresponde al alma arquetípica del Rey David.

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Los Miembros del cuerpo y el Hipercubo Espacio Tiempo


En el transcurso de nuestra meditación, deberemos saber también cómo los seis-siete parámetros espaciales correspondientes en cabalá a los miembros del cuerpo. Jesed y Guevurá, derecha e izquierda, corresponden a las manos derecha e izquierda, respectivamente. Netzaj y hod, arriba y abajo, corresponden a las piernas izquierda y derecha, respectivamente. Tiferet y iesod, adelante y atrás, corresponden al torso y su extensión, el órgano procreador, respectivamente. Maljut, el punto central del espacio, corresponde a la boca.
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El Hipercubo Espacio-Tiempo


Por cuanto los seis lados espaciales de nuestro santuario meditativo cúbico corresponden a una de las seis mitzvot continuas de la Torá, la misma esencia de nuestra meditación es enlazar la coordenada de tiempo con las tres de espacio, produciendo así un hipercubo completo de cuatro dimensiones espacio-tiempo.
En cabalá, se enseña que las dos direcciones de la coordenada temporal, pasado y futuro, corresponden a los dos poderes intelectuales primarios del alma, que son las dos sefirot jojmá (“sabiduría”) y biná (“entendimiento”), cuyas luces internas o experiencias son bitul (“autoanulación”) y simjá (“alegría”). Son llamados también alegóricamente Abba (“padre”) e Ima (“madre”), respectivamente. De ellos nacen las emociones rectificadas del corazón, los seis atributos desde jesed hasta iesod, que corresponden a los seis mandamientos continuos de la Torá.


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Los Seis recuerdos


Al final de nuestras plegarias matutinas recitamos los “seis recuerdos”, seis cosas que un judío debe recordar cada día de su vida; naturalmente, es de esperar que se correspondan con los seis mandamientos continuos de la Torá.
A continuación enumeramos estos seis recuerdos según el orden en que se encuentran en el libro de rezos (que no concuerda con el orden en que aparecen en la Torá ni con su orden cronológico):
  1. “Para que recuerdes el día de tu salida de Egipto todos los días de tu vida”.
  2. Pero cuídate y guarda tu alma escrupulosamente, para que no olvides las cosas que tus ojos han visto, y para que no sean apartadas de tu corazón todos los días de tu vida; haz saber a tus hijos y a los hijos de tus hijos [lo que viste] el día que te paraste ante Di-s, tu Di-s, en Jorev”.
  3. “Recuerda lo que te hizo Amalek en el camino cuando salías de Egipto”; cómo se encontró contigo en el camino, y acabó con todos los débiles que se rezagaron detrás de ti, cuando estabas fatigado y exhausto y él no temió a Di-s. Entonces, cuando Di-s, tu Di-s, te releve de todos los enemigos que te rodean, en la tierra que Di-s, tu Di-s te da como parcela hereditaria, borrarás el recuerdo de Amalek de debajo del cielo. ¡No lo olvides!”
  4. “Recuerda, no olvides, cómo provocaste hasta la ira de Di-s, tu Di-s, en el desierto.”
  5. “Recuerda lo que Di-s, tu Di-s, le hizo a Miriam en el camino, cuando saliste de Egipto.”
  6. “Recuerda el día de Shabat para santificarlo.”
    Notemos en primer término, con respecto al servicio espiritual de la meditación, que un “recuerdo” o “remembranza” es un estado de conciencia que queda como resultado de una experiencia de vida o una experiencia meditativa, que en la terminología de la cabalá y el jasidismo se conoce como reshimu, una “impresión”. Cuando no se puede meditar en profundidad, se nos enseña por lo menos a evocar experiencias previas de divinidad, a recordar. De este modo, recordar es en cierto sentido el estado ideal de conciencia continua al que nos esforzamos por conseguir aquí. Aunque si bien comenzamos con un meditación profunda, podemos aspirar recordar todo el día la impresión resultante de dicha meditación.
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Los Seis Mandamientos continuos y los Seis recuerdos


Cuando tratamos de establecer correspondencias uno a uno entre grupos conceptuales paralelos, a menudo se presentan varias posibilidades. Esto es debido a la interrelación entre los conceptos y la inter inclusión que hay entre ellos. Presentaremos aquí la correspondencia uno a uno más directa entre los seis mandamientos continuos de la Torá y los seis recuerdos diarios:
  1. El recuerdo del éxodo, cuya máxima expresión es la noche del seder, transmite al alma judía la impresión de amor entre Di-s e Israel, que está simbolizado en la Torá por el amor entre el novio y la novia. En cabalá, Pesaj es la festividad del amor, cuando leemos el Cantar de los Cantares, el canto de amor entre el Novio Divino y la novia. Se dijo del éxodo: “recuerdo la bondad de tu juventud, el amor de tus esponsales, cómo Me seguiste en el desierto, dentro de una tierra yerma.” Di-s recuerda nuestra bondad (jesed) y al amor (ahavah) por El, y nosotros recordamos Su bondad y amor por nosotros. De esta manera, el recuerdo del éxodo corresponde al mandamiento continuo de amar a Di-s, a la derecha en nuestro hipercubo.
  2. El recuerdo de cuando Di-s se nos reveló en el Sinaí, la revelación de arriba –“Tu has visto que He hablado contigo desde el cielo”- corresponde claramente al mandamiento continuo de creer en Di-s y Su providencia. “La Torá que nos fue ordenada por Moshe”, que corresponde a la sefirá de netzaj y la dirección de arriba. Netzaj significa “eternidad” y también la Torá es eterna, nunca será reemplazada.
Como veremos, la esencia del primero de los Diez Mandamientos, o sea la fuente de este mandamiento en la Torá, es expresada ya en sus primeras palabras: “Yo soy Di-s, tu Di-s…,” refiriéndose a la revelación de la esencia misma de Di-s. El versículo continúa: “… quien te sacó de la tierra de Egipto, de la casa de la esclavitud.” La revelación de Sinaí evoca el éxodo de Egipto. La creencia adulta en la esencia de Di-s evoca el amor juvenil por El.




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Los seis Mandamientos continuos y los Seis recuerdos (continuación)


3. El tercer recuerdo de Amalek, al final de nuestras plegarias diarias, corresponde al mandamiento continuo posterior de proteger nuestras mentes de pensamientos negativos de herejía y lujuria. Y así es la expresión de la Torá: “cómo te encontró en el camino, y cortó [lit. atacó por la 'cola', simbolizando la parte posterior] a los débiles que se rezagaron detrás de ti”. Como veremos, Amalek es el archienemigo de Israel, que ataca por detrás. El Baal Shem Tov enseña que Amalek es el origen de los pensamientos heréticos, que provocan a su vez pensamientos de lascivia (como también se alude en el término “cola”.)
4. El recuerdo del pecado del becerro de oro corresponde muy claramente al mandamiento continuo de no adorar ídolos. En lugar de confiar solamente en Di-s, el Proveedor de todas nuestras necesidades, la gente depositó su confianza en una imagen de fundición.
5. El recuerdo del castigo que Di-s le dio a Miriam corresponde al mandamiento continuo de temer a Di-s, porque cuando vemos que incluso los más amados de Di-s se consideran responsables de sus actos, y son separados (temporalmente) de Su presencia –Miriam, castigada con lepra, fue separada temporalmente del campamento- sentimos temor de ser apartados de Di-s y adquirimos un temor reverencial ante Su presencia.
6. Finalmente, el recuerdo del día de Shabat corresponde al mandamiento continuo de creer en la unidad absoluta de Di-s, de reconocer su infinita misericordia por sobre todo. Shabat es la revelación de “la unificación superior”, como está expresada en el primer versículo del Kriat Shemá: Oye, Israel, Di-s es nuestro Di-s, Di-s es uno”. Las letras finales de las tres palabras que preceden este versículo en la Torá, "que mana leche y miel", forman la palabra "Shabat".
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El orden de los recuerdos (Continuación)


El orden de los recuerdos, tal como figura en el sidur (libro de plegarias) es jesed – netzaj - iesod – hod – guevurá – tiferet (cuyo espíritu interior es daat). Cuando seguimos este orden en el árbol de las sefirot se forma un círculo sin fin. El proceso de  remembranza, que es la impresión Divina manifiesta en  la conciencia del alma, es circular por naturaleza. En contraste, la “meditación profunda” es “rectilínea”.
En resumen:
Derecha – jesed – éxodo – amor
Izquierda – guevurá – Miriam – temor
Frente – tiferet – Shabat – unidad
Arriba – netzaj – revelación en el Sinaí – creencia
Abajo – hod – becerro de oro – idolatría
Atrás – iesod – Amalek – protección de la mente
Ahora explicaremos la asignación de la dirección de cada mitzvá. Con este fin, citaremos la mitzvá tal como está referida en la Torá; estas palabras de Torá servirán como un anclaje o amarre de la conciencia sobre la que concentraremos nuestra comprensión de los conceptos, como ya se explicó.


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Arriba está el mandamiento


Yo soy Di-s, tu Di-s, quien te sacó de la tierra de Egipto, afuera de la casa de la esclavitud”.
Este, el primero de los Diez Mandamientos, es la mitzva de creer en Di-s.
En particular, creer en Di-s implica:
  1. creer en la existencia de Di-s, que es un Di-s.
  2. creer que Di-s es omnipotente.
  3. creer que Di-s, en Su providencia por sobre todo, redime cada alma de su esclavitud.
Las primeras tres palabras de este versículo, Yo [soy]”, “Di-s” y “tu Di-s”, significan en cabalá: la esencia de Di-s, Su luz trascendente y Su luz inmanente, respectivamente. El hecho de que el sufijo “tu” (en el singular) está unida a la tercera palabra –la inmanencia de Di-s, como se experimentó en el éxodo de Egipto- indica que Di-s, el redentor, se relaciona personalmente a cada individuo.
Claramente, estos tres aspectos de Divinidad corresponden a los tres elementos de fe enunciados arriba: un judío cree en la real existencia de Di-s, como esta dicho: “Yo soy el que soy”. La luz trascendente de Di-s es aludida como la luz que “rodea todos los mundos”, “rodear” la realidad implica el poder de controlarla. La fe en que Di-s, en su  providencia integral redime el alma de la esclavitud, corresponde a Su luz inmanente, la luz que “llena los mundos”.
Pero para que la luz inmanente de Di-s –Su providencia Divina general- nos saque de Egipto (un lugar reputado como sin escapatoria natural) debe recibir fuerza de Su luz trascendente. Estas dos luces se deben unir como el novio y la novia, cuya unión es efectuada realmente por el poder de la propia esencia de Di-s. Y así, los tres niveles de Divinidad se unen para redimirnos de Egipto: “Yo soy Di-s, tu Di-s, quien te sacó de la tierra de Egipto, afuera de la casa de la esclavitud”.


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El Sol y la Luna


Las dos manifestaciones de Di-s, Su luz trascendente y Su luz inmanente, son a menudo simbolizados en la cabalá y el jasidismo como el “sol” y la “luna”. Estos fueron creados en el cuarto día, el cual corresponde a la sefirá de netzaj. Obviamente, la creación de los cuerpos celestiales en el cuarto día corresponde a la dirección de arriba, la de los Diez Mandamientos.
Junto con la luna fueron creadas las estrellas, que simbolizan las almas de Israel. La inmanencia de Di-s (la “luna”) se asocia con cada alma individual, cada una de las “estrellas”. Se nos enseña que “Israel es como la luna, calcula el calendario según la luna, y será renovado como la luna”.
El Yugo de la Torá
Estudiemos ahora la terminología que aparece en el primer mandamiento. La palabra Mitzraim, “Egipto”, también significa “cautiverio”, meitzarim. Por esta razón, todos los estados de “exilio” físico y espiritual son referidos con este nombre en la Torá. Por el poder del primer mandamiento de la Torá, fuimos liberados del exilio. Sólo entonces podemos cumplir con todos los mandamientos de Di-s, sólo cuando no somos esclavos de otro amo podemos estar comprometidos completamente como servidores de Di-s.
En La Etica de los Padres, encontramos que “aquel que recibe sobre si mismo el yugo de la Torá, es liberado del yugo del gobierno y del yugo de la lucha por la subsistencia”. Vemos así que el primero de los Diez Mandamientos, la fe en Di-s, quien nos entregó la Torá, es recibir sobre uno mismo el yugo de la Torá y así experimentar nuestro éxodo personal de Egipto, la liberación, redención de todos los yugos extraños. La palabra ol, “yugo” en hebreo, es semejante a la palabra al, “arriba”, aludiendo de esta manera al estado de conciencia de esta mitzvá, la percepción del “arriba” Divino.


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La Confianza: El poder de Moisés


El sentimiento emocional de esta mitzvá es el de infinita “confianza” (bitajón) en Di-s. Como se explicó anteriormente, la confianza es la experiencia interna del poder de netzaj (“eternidad”, “victoria”), correspondiente al alma de Moisés, a través de quien Di-s entregó la Tora a Israel.
Está dicho de Moisés: “El fue el primer redentor y será el último redentor”. Se nos enseña en jasidut que la primera redención de la tierra física de Egipto es principalmente de la esclavitud espiritual. La redención final, por el otro lado, es sobre todo del “Egipto” espiritual, o sea del “exilio” y los encierros espirituales. Incluso un judío observante, que transita en general por los caminos de la Torá, puede estar no obstante en un estado de exilio espiritual (en la terminología del jasidut “el Egipto de santidad”). La chispa interior del alma puede seguir estando prisionera, incapaz de revelarse y expresarse. Moisés, “el redentor final” –como el Mashíaj– vendrá a sacar todas las almas de todos los estados de exilio. El vendrá a revelar la verdad final en el alma de cada judío: “Yo soy Di-s, tu [personal] Di-s”.
Dos Estados de Redención
En particular, la diferencia entre “quien te sacó de la tierra de Egipto” y “fuera de la casa de la esclavitud” (ver texto completo del primer mandamiento), es que la redención de “la tierra de Egipto” implica la capacidad de expresar nuestra voluntad propia e independiente, nuestro poder de libre albedrío, que es el prerrequisito para el cumplimiento de todos los mandamientos de la Torá. La redención “fuera de la casa de la esclavitud” implica que en definitiva ningún judío está subordinado a ningún poder o persona. Aunque la Torá nos ordena designar un rey, sin embargo enfatiza que esto sólo puede hacerse luego de que aceptemos inequívocamente sobre nosotros el yugo del reinado celestial. Luego podremos ampliar el reinado de Di-s incluyendo el reinado de un ser humano, un rey verdadero dedicado a manifestar el reinado de Di-s sobre la tierra. De esta manera, el judío esencialmente está subordinado solamente a Di-s. Sólo Di-s está sobre él. Sólo como una prolongación, devoto y entregado a la voluntad de Di-s, podrá poner un maestro humano que le enseñe y lo rija (un “gobierno no antagónico al “yugo de la Torá”, sino realmente parte de él).


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La Eternidad del Mundo por Venir


Así, la conciencia Divina de “arriba” es no sentirnos nunca confinados o atrapados por nuestro estado actual del ser. Sentir “arriba” es sentir netzaj, “eternidad”, sentir el mundo por venir, del cual está dicho: “Ellos irán de fortaleza en fortaleza –el justo no tiene reposo ni en este mundo ni en el Mundo por Venir”. El estado de “no reposo” del Mundo por Venir es absolutamente positivo, una fuente de placer Divino. El alma nunca está estática, se eleva continuamente de nivel en nivel de conciencia Divina, acercándose cada vez más a Di-s, la fuente de todo bien y placer.
En este mundo, elevarse continuamente hacia Di-s significa progresar siempre en nuestra emulación de los atributos Divinos de Di-s: “así como El es…, así tu deberás ser…”. Creyendo en Di-s, podemos abrirnos paso en todo momento a través de nuestros límites existenciales y elevarnos hacia un plano superior y Divino de la realidad. Es la cuerda que usamos para escalar hacia arriba, conectarnos con nuestra raíz espiritual y manifestar nuestro potencial esencial como “una verdadera parte de Di-s en lo alto”.


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Idolatria


Debajo está el mandamiento:
No tendrás otros dioses ante Mi”
Este, el Segundo de los Diez Mandamientos, es claramente el reverso y complemento del anterior. En el monte Sinaí, el pueblo judío todo escuchó los primeros dos mandamientos directamente de la boca de Di-s.
Un hacha en la Mano del Leñador”
Este segundo mandamiento establece que no debemos depositar nuestra fe en “otros dioses”, es decir, en causas mundanas tanto naturales como aparentemente sobrenaturales. Si, por ejemplo, uno imagina que recibe su sustento de la mano y la buena voluntad de los demás –haciéndose así psicológicamente dependiente de otros– es considerado como “pura adoración de ídolos”.
Además, esta mitzvá implica que uno no debe ni siquiera imaginar que los poderes de causalidad mundana tienen ninguna realidad sustancial. (es decir, un poder de determinación independiente). Es verdad que Di-s creo el mundo con sus dinámicas de causa y efecto inherentes, pero en definitiva estas están controladas por El – “como el hacha en la mano del leñador”– y por eso uno no debe dirigirse a ellas para obtener lo que quiere, ni tener ningún sentimiento de gratitud por lo que ya posee.


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Sinceridad y Compromiso


Eliminando constantemente tal lealtad mezclada o fidelidad foránea, el judío se vuelve íntegro y cabal en su compromiso (temimut) único y sincero con Di-s.
La sinceridad es la experiencia interna del poder Divino de hod (“reconocimiento” y “agradecimiento”), correspondiente al alma de Aarón, como ya se explicó.




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No confiar en nadie más que en Él


Esta mitzvá está situada abajo, porque un “abajo” rectificado significa que sólo Di-s está debajo de mi, sólo El me sustenta, y en definitiva no tengo a nadie en quien confiar salvo El. Todas las fuerzas naturales (o aparentemente sobrenaturales) representadas en general por lo “terrenal”, son negadas de esta manera como objetos dignos de nuestra confianza. Continuando con el simbolismo de la mitzvá anterior, de momento que (y según la medida en que) uno se desconecta de las “amarras” de creer sólo en Di-s, se comienza a “caer” en las arenas movedizas de confiar en las fuerzas naturales.



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El Sendero de la Vida


En la Biblia, el atributo de “sinceridad” (temimut) se conecta, idiomáticamente, con el verbo “caminar” (como en la frase: “el que camina sinceramente…”), o con el sustantivo “sendero” o “camino” (como en la frase: “Felices aquellos [que van] por el sendero sincero [o ‘completo’]…”). Caminamos el sendero de la vida en la tierra, abajo. En cabalá, “caminar” está asociado en particular con la pierna izquierda (“que controla el sentido del caminar”), correspondiente al poder Divino de hod, el parámetro espacial de abajo, como se explicó previamente.
Como hemos visto, el primer mandamiento trae consigo una conciencia de “ir [literalmente, ‘caminar’] de fortaleza en fortaleza”, hacia arriba, en el estado eterno del Mundo por Venir. Su complemento, el segundo mandamiento, conlleva una conciencia de “ir de fortaleza en fortaleza”, abajo, en este mundo. Ambos implican un sentido del tiempo junto con una conciencia de la coordenada de espacio arriba-abajo.


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Israel: La Experiencia de la Misericordia


De acuerdo con nuestros sabios, el Nombre inefable de Di-s de cuatro letras, Havaiá (que traducimos aquí como “ Di-s ”, en letra itálica, inclinada), denota el atributo de misericordia de Di-s, mientras que el nombre Elokim (que traducimos aquí como “Di-s”, no en itálica) representa Su atributo de juicio. En consecuencia, este mandamiento 
puede ser interpretado: “Oye, Oh Israel: Di-s [el todo misericordioso] es nuestro Di-s [quien se nos presenta en la naturaleza a través de Su atributo de juicio, pero no obstante] Di-s es Uno [y sabe que todo no es más que un aspecto de Su absoluta misericordia]”.
Esta capacidad de ver los aparentemente divergentes fenómenos de la vida como manifestaciones de una sola fuente absolutamente misericordiosa, es exclusiva del pueblo judío. Es verdad que otros pueden ser capaces de entender este ideal, pero sólo el judío –a través de una contemplación y meditación apropiada- hace de esta forma de vida una parte esencial de su propio ser.
Por este motivo, en el verso: “Oye, Oh Israel…”, sobresale el nombre Israel . Al contrario de “Iaacov”, que es el otro nombre genérico del pueblo judío (ambos correspondientes a la sefirá de tiferet , el este o frente, como ya se explicó), “Israel” significa la experiencia del alma judía en su estado puro y absoluto, como “una verdadera parte de Di-s en lo alto”.
Esta es también la razón de que este verso –el primero del kriat Shemá (la lectura diaria del Shemá)- es la declaración central del judaísmo. De aquí proviene no sólo nuestra fe en la absoluta unidad de Di-s, sino también la esencia de nuestra raíz espiritual Israel.
Israel es simbolizada en la Torá como un árbol. Cada alma judía corresponde a una letra de la Torá, “el Arbol de la Vida”. La vida en forma general aparece por primera vez en el tercer día de la creación, el día que corresponde a la sefirá de tiferet y la dirección frontal. Tiferet significa “belleza”. En la Torá, la raíz gramatical de tiferet , peer , es utilizada para describir el bello follaje de un árbol, la cumbre de la creación del tercer día. Más aún, el Mashíaj mismo, la más grande de las almas de Israel, es llamado una “planta” ( tzemaj ) por los profetas.
Al ejecutar el mandamiento “Oye, Oh Israel, Di-s es nuestro Di-s, Di-s es uno”, participamos del Arbol de la Vida y rectificamos el pecado original de comer del fruto prohibido del Arbol del Conocimiento del Bien y el Mal. “Oye, Oh Israel…” es la comprensión y el conocimiento que el origen último de lo que se nos aparece como bueno o malo es todo bondad y misericordia Divina. Este conocimiento lo ponemos siempre al frente de nuestra conciencia.


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