En definitiva, un judío medita porque Di-s así lo desea. La Torá declara: “Sabe este día y asiéntalo en tu corazón que Di-s es Di-s arriba en los cielos y abajo en la tierra, no hay otro”. En el Tania, el texto clásico del jasidismo, Rabi Shneur Zalman de Liadi concuerda con la opinión de aquellas autoridades rabínicas que cuentan este versículo como uno de los 613 mandamientos de la Torá. Este es el mandamiento de “conocer a Di-s” meditando sobre El y Su creación continua del universo.
En la meditación, nuestros corazones son inspirados a alejarse de las vanidades, engaños y futilidades mundanos que pueblan normalmente nuestra conciencia –siendo todos estos estados ilusorios de la existencia- y volverse hacia la única y verdadera realidad: Di-s.
Como es el caso de todos los emprendimientos humanos, la efectividad de la meditación es claramente un regalo de Di-s. Sin embargo, se nos ha dado el libre albedrío y lo debemos utilizar en sumo grado –en nuestro caso buscando a Di-s desde lo más profundo de nuestro corazón– para merecer semejante presente.
Para que las semillas de la meditación echen raíces en nuestra alma, crezcan y produzcan frutos, debemos volvernos una “tierra” fértil. Esto depende de nuestra adquisición espiritual de humildad (como la del súbdito que lleva a cabo el deseo de su rey) y desinterés (el estado en el cual el hijo devoto sirve a su padre).
Centro de difusión de Cabalá y Jasidísmo del Rabino Itzjak Guinsburgh Shlita
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