El significado de esto es el siguiente: Incluso la conciencia producida viviendo en el espacio meditativo descripto arriba, por más refinada e ideal que pueda ser, sigue siendo conciencia de uno mismo. Seguimos estando consientes de nosotros mismos mientras transitamos por nuestro espacio Divino definido. Sin embargo, nuestro estado del ser último es estar tan consciente de la dependencia absoluta que tiene la realidad respecto de la Divinidad que palpita a través de ella, que perdemos la percepción del ser en general, estando por el contrario sólo conscientes de “cosas” (incluyendo a nosotros) que son distintas manifestaciones de la Divinidad.
Mientras que no hayamos alcanzado este nivel de conciencia, que sigamos siendo seres “separados”, permaneceremos conscientes de nuestra nulidad existencial ( shiflut ) y deberemos “rezar” –ofrecer a Di-s- la concientización que fuimos capaces de crear en nuestro espacio meditativo. De acuerdo con el Talmud, la plegaria corresponde a (y es la dimensión interior de) el servicio de los sacrificios del templo. En la plegaria, nos ofrendamos, ofrendamos nuestro “yo”. El rey David declara: “…y yo soy plegaria”.
Esto puede ser leído “y mi “yo” es mi ofrenda [al rezar]”.
Centro de difusión de Cabalá y Jasidísmo del Rabino Itzjak Guinsburgh Shlita
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