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viernes, 29 de junio de 2012

parte 4 - Pero este paso no es suficiente

Destrozar los ídolos de la tristeza lleva consigo el peligro de crear en cambio una vida intelectual, fría, con una tendencia al optimismo barato. La sustitución de un ídolo con lágrimas artificiales por un ídolo de sonrisa artificial. Toda persona un poco sensible a las profundidades de la existencia, y vive en un mundo donde simplemente elige por la vida y nada más, observará a sus padres y maestros que le sonríen, que le predican la felicidad y la positividad, y reconocerá que esto es una mentira, algo que le habla de la vida sin sondear en las profundidades de la vida. Si no ha de encontrar una respuesta profunda y verdadera a su sentimiento, volverá a encontrar refugio en el seno de toda clase de héroes 'Tamúcicos'.
Sin embargo, según el judaísmo elegir por la vida es más compleja de lo que parece. El Talmud
6 hace una distinción sorprendente entre dos niveles de revelación Divinidad: los "aposentos exteriores" del Creador frente a los "aposentos interiores". Exteriormente, se explica allí, Hashem demuestra "poder y alegría"7, es decir un optimismo placentero. Pero en cuanto a lo que sucede en su intimidad está dicho "en los lugares ocultos llorará Mi alma8. Hashem llora por el exilio del pueblo de Israel y por no revelarse en el mundo. El sentimiento de tristeza, surge de esto, es mayor incluso que la sensación de alegría más íntima y secreta.
Según el libro de Zohar, la persona debe tener dentro de su corazón esa misma combinación entre "felicidad" y "llanto"
9. La paradoja que se describe respecto a Dios -alegría por fuera y tristeza por dentro- debe ser un modelo para nosotros al elegir por la vida: la alegría que tenemos que imponernos tiene por objeto brindar un marco positivo y constructivo, pero por dentro debe brillar el espectro de emociones en su totalidad, incluyendo, en particular, los sentimientos de dolor y tristeza.
Efectivamente, el entorno de alegría tiene el poder de sublimar la tristeza, de una tristeza superficial dirigida hacia uno mismo (compasión, y sobre todo la autocompasión) a una tristeza profunda y más íntima, que va tomando la forma de interés y deseo de beneficiar al prójimo (misericordia). Entonces la sensación de sufrimiento se transforma en el catalizador emocional del optimismo y la alegría externa y la empuja a actuar sobre el mundo de manera equilibrada.


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