La Vaca Completamente Roja y Saráh
El pecado más severo de la
historia del pueblo judío fue el pecado del Becerro de Oro. Explican nuestros
sabios que la vaca roja es el único mandamiento que expía por él.
La imagen de la vaca roja es
la de la vaca madre que viene a limpiar la suciedad que dejó el pecado y la
impureza de su becerro dorado. A este respecto, la vaca roja es asociada con la
maternidad, representada por las matriarcas, y en particular se relaciona con la
más grande de ellas, Saráh.
Rashi explica que en la
inauguración del Tabernáculo, los príncipes de cada tribu trajeron sacrificios
de vacas, carneros y ovejas. Las vacas corresponden a Abraham, los carneros a
Itzjak y las ovejas a Iacov. Por eso Saráh, la esposa de Abraham y alma gemela,
también corresponde a la vaca y representa la rectificación del pecado del
becerro de oro.
El pecado original de Adán y
Eva es como el pecado colectivo del pueblo judío con el becerro de oro. Como
tal, cuando rectifica el pecado del becerro, Saráh esta rectificando el modelo
original de la madre de toda la humanidad, Eva.
La palabra hebrea para
"consumado" es temimah. Los patriarcas iban con sinceridad consumada,
temimut, con Dios. El valor numérico de esta palabra es 495, y el de
Sarah es 505, juntos suman 1000, que es el número más perfecto y
consumado.
La conexión Interior de
Sarah con la Vaca Roja
Una hermosa historia ilustra
esta conexión. Rabí Najum de Chernobil fue uno de los grandes tzadikim que
vivieron hace aproximadamente 250 años, el autor del libro "Maor Einaim".
Fue discípulo del Baal Shem Tov y de su sucesor el Maguid de Meseritch. El Rebe
de Lubavitch cita una frase de su libro donde afirma que todo judío tiene una
chispa del Mashíaj, una chispa de vida eterna.
Dedicó una gran parte del
trabajo de su vida a redimir prisioneros judíos. En aquellos días, si un judío
no podía pagar sus deudas al señor del lugar, a menudo era arrojado sin
misericordia al calabozo o a un pozo, a veces hasta con su familia entera. Rabí
Nojum colectaba dinero para redimir a estos infortunados, salvándolos de una
muerte segura.
Nuestros sabios dicen que hay
dos mandamientos que son llamados "mitzvot grandes". El primero es el de
procrear, y el segundo el de redimir al judío en prisión. Cuando lo redime,
salvando su vida, es como si diera nacimiento a su alma.
Llego a suceder que rabí Nojum
también fue apresado. Cada día debía sobornar a su guardia para que lo deje
salir del pozo por un corto tiempo para rezar y sumergirse en la mikveh.
Un día, sucedió que no soborno
al carcelero. Explico que no necesitaba hacerlo porque ese mismo día iba a ser
liberado. Cuando le preguntaron cómo lo supo, contó que esa noche Saráh había
venido a él en un sueño.
Le pregunto a Saráh que había
hecho para merecer ser arrojado a un pozo, a lo que esta le respondió que era
porque se había dedicado toda su vida a redimir cautivos. Era necesario que
experimentara el sabor amargo del cautiverio para que pueda comprender en forma
consumada la situación y entonces dedicarse a esa mitzváh de una manera
aún más perfecta.
Cuando una persona comprende
por qué Di-s lo ha colocado en una situación determinada, esto lo libera de la
situación. Entonces, tan pronto como Rabí Najum comprendió la razón de su
encarcelamiento, supo que iba a ser liberado ese mismo día.
Fue especialmente Saráh la que
apareció en el sueño; ella está relacionada esencialmente con la importante
lección que quiso impartir al tzadik: para poder hacer algo de una manera
consumada, uno debe probarlo. Este es el secreto de la existencia de la muerte
en el mundo y por qué la figura materna de la vaca roja viene a purificar de su
contacto.
El propósito del pueblo judío
es rectificar el pecado original, redimiendo de la muerte a toda la humanidad.
Saráh nos enseña que para rectificar la muerte, primero debemos probarla. La
propia Saráh fue la primera persona judía que experimentó la muerte, cuando se
enteró que iban a sacrificar a Itzjak. Al rectificar a Eva, su propósito en la
vida es purificar y rectificar la muerte y transformarla en vida
eterna.
Si el pueblo judío no hubiera
pecado con el becerro del oro, hubiera merecido la vida eterna. Saráh, quien
simboliza la vida perfecta y consumada, el rojo de la vaca, rectifica ese pecado
con el 1000 consumado de su nombre con temimah.
Así como Moisés recibió las
1000 luces consumadas de la Toráh en el Monte Sinai, también Saráh lo hizo a
través del secreto de rectificar el toque de la muerte, dotando a sus hijos con
la vida eterna.
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