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sábado, 24 de noviembre de 2012

Las catástrofes de la historia judía moderna

Con este modelo de cuatro tipos de catástrofe o crisis que nos ocupa, podemos entender mejor los procesos que han afectado al pueblo judío en la historia reciente.
Hasta el siglo 19, el mundo judío en la diáspora se centró en el viejo y buen shtetl, un sueño que fue y ya no es. Uno puede encontrar vívidas descripciones del shtetl (ya sea de las memorias del Rabí Iosef Itzjak de Lubavitch, las historias contadas por Agnón o la obra de arte pintada por Chagall), y recibir la impresión de que se trataba de un mundo relativamente de utopía, un sueño con un aroma de paraíso (aunque ciertamente no todo lo que había allí era siempre bueno). Sin embargo, ese sueño se hizo añicos por la terrible destrucción espiritual que visitó el shtetl, incluso mucho antes del Holocausto. La apariencia de la serpiente en este cuento (que nos sedujo a probar el fruto del árbol de la ciencia) era “el Iluminismo”. Los judíos de repente se encontraron fuera del Jardín del Edén, la antigua fragancia familiar de idishkait estaba desapareciendo. El blando algodón que nos había protegido fue arrancado e influencias extranjeras entraron en el hogar judío, vaciando a tantos judíos de su tradición, de la Torá y sacados fuera de ese ambiente espiritual relativamente protegido y cuidado. Ahora, cualquier intento de volver al viejo shtetl judío es en vano, no podemos volver a la vida como solía ser. Nuestra única posibilidad de reparación es con el duro trabajo en el mundo moderno en que nos encontramos hoy.
La segunda catástrofe es el Holocausto, en el que el mundo judío fue literalmente erradicado. Comunidades enteras fueron arrasadas y los carboncillos humanos que fueron recuperados de las cenizas tuvieron que levantarse a sí mismas y comenzar una nueva vida después de que su mundo había sido destruido, al igual que Noaj después del diluvio. La única manera de que cada uno de estos sobrevivientes pudo seguir adelante fue no ceder a la sombría situación, sino darse cuenta de que si habían logrado sobrevivir milagrosamente en contra de las probabilidades (incluso sin poder entender por qué él específicamente había sobrevivido mientras otros perecieron) su tarea es mirar hacia adelante y construir un mundo nuevo.
Mientras el pueblo judío fue sometido a la catástrofe del Holocausto, la comunidad judía en la tierra de Israel comenzó a crecer, salvado de correr la misma suerte por Providencia Divina. A pesar del fenómeno milagroso del retorno a Zión de los judíos, el establecimiento del Estado de Israel es una reminiscencia de una Torre de Babel decepcionante. En vez de fundar de manera explícita el Estado sobre la base de la Torá, reconociendo y declarando que somos el pueblo de Dios, se hizo un intento de crear una unión mantenidos unidos por una cooperación material superficial, mientras que el Dios de Israel y la Torá, la única fuerza verdaderamente unificadora detrás del pueblo judío, fueron dejados deliberadamente fuera de la foto.
Los primeros años de existencia del Estado parecieron demostrar un éxito, pero la consiguiente crisis de la dispersión no se hizo esperar. Después de un corto periodo de tiempo, hubo años de decepción, ya que la unidad nacional comenzó a desintegrarse. La polarización de las distintas facciones en el pueblo creció y la crisis nacional se manifestó severamente en el crecimiento del fenómeno de la emigración, un fenómeno que transmite una sensación de inutilidad de todos los esfuerzos que se hicieron. La rectificación es por medio de la fuerza unificadora imbuida en nuestra naturaleza por los patriarcas Abraham, Isaac y Jacob, mediante la creación de nuestro “hogar nacional” sobre la base de nuestra cultura judía única, levantando la bandera de la Torá y la fe como la bandera del Estado judío rectificado.
Por último, nos encontramos lidiando con la cuarta crisis, la esclavitud. No siempre podemos sentir cuán esclavizados estamos realmente, y a veces ese es el mayor problema, que indica que hemos interiorizado una cultura extranjera, hablamos y pensamos en términos tomados de una mentalidad extranjera que nos ata y esclaviza. Una de las expresiones más fuertes de esta esclavitud es el temor expresado por la constante pregunta de: “¿Qué decir de otras naciones?”, que muy probablemente ha sido la fuerza impulsora más consistente detrás de la política exterior y militar de todos los gobiernos israelíes desde el establecimiento del estado.
Para corregir la situación actual tenemos que discutir abiertamente la necesidad de un salvador, un rey, el Mashíaj- que va a liberar nuestras mentes y abrirá nuestras bocas para que podamos tener pensamientos judíos y hablar palabras judías. Necesitamos un redentor que nos va a sacar de nuestro servilismo cultural y dirigirá una verdadera revolución, hasta que el pueblo judío se dé cuenta de su condición de ser “un reino de sacerdotes y una nación santa”. El éxodo del exilio egipcio fue “con nuestra cabeza en alto”, abierto, público y con bombos y platillos, y también lo será nuestra redención futura, pronto en nuestros días, en que todo quedará claro para que todos lo vean.
El éxodo de Egipto se completó con la entrega de la Torá y así también el punto culminante de la redención final será la revelación de una “nueva Torá”, la esencia de la dimensión interior de la Torá que recibimos en el Monte Sinaí.
 

Las Maravillas de tu Torá

Blog del Rabino Itzjak Ginsburgh 

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