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domingo, 26 de diciembre de 2010

La Segunda Etapa


La segunda etapa en la revelación de la teoría cabalística, comenzó casi inmediatamente luego de la desaparición del Ramac, y es identificada con el trabajo de su sucesor, rabi Itzjak Luria. Rabi Luria, también conocido como "el Arí" (un acrónimo de "el Santo Rabi Itzjak"), nació en Jerusalem, pero inmediatamente se trasladó a Egipto, donde se destacó rápidamente como un prodigio del Talmud. Una vez introducido en los secretos de la cabalá por uno de sus mentores, solía pasar a menudo extensos períodos de meditación en soledad. Durante una de sus experiencias visionarias, le fue informado por el profeta Elías que debía retornar a la tierra de Israel, donde en la ciudad de Safed pudo encontrar al destinado a ser su principal discípulo y exponente. 

El Arí llegó a Safed el mismo día del funeral del Ramac. Al incorporarse a la procesión, descubrió que era el único testigo de la presencia de un pilar de fuego que se elevaba por detrás del féretro del Ramac -el signo, de acuerdo con el Zohar, de que fue designado heredero del manto de liderazgo dejado luego del deceso del maestro-. Sin embargo, el Arí evitó asumir autoridad alguna en Safed por el lapso de medio año, momento en que su discípulo designado por providencia divina, rabi Jaim Vital, se presentó por si mismo para su instrucción. El Arí vivió sólo dos años más, pero en ese corto período se aplicó a la revelación de un camino completamente nuevo en el estudio de la cabalá. Sus ideas fueron tan decisivas, que en nuestros días el estudio de la cabalá es sinónimo del estudio de los escritos del Arí.

El eje de su sistema, es una descripción radicalmente nueva de la evolución del universo, enfocado hacia la interrelación dinámica de las fuerzas puestas en juego para la Creación. Esto es posible a través de la organización de las sefirot individuales, dentro de partzufim (personalidades) interactivos y complejos. A diferencia del sistema del Ramac, en el que las sefirot aparecen como fuerzas discretas y autónomas que favorecen la evolución de la Creación, el sistema del Arí propone un universo interactuando constantemente consigo mismo, comprometido con el eterno conflicto entre el bien y el mal, el cual sólo podrá ser resuelto con el advenimiento de la redención universal, la que el hombre puede tanto impedir como acelerar a través de sus propias acciones. 

Centro de difusión de Cabalá y Jasidísmo del Rabino Itzjak Guinsburgh Shlita

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