Sháar HaIjud VeHaEmuná – Final del Capítulo 7
Dice el Tania:
"...Pues
la fuente de la fuerza vital es "el aliento de la boca" del
Santo, bendito sea; éste se inviste en las Diez Aserciones de la
Torá. Y el "aliento de Su boca" podría haberse expandido
sin fin ni límite, y creado mundos infinitos en su cantidad y
calidad, y dado [a ellos] vida para siempre, y este mundo [corpóreo,
cuyos seres, todos, son limitados y finitos,] no habría sido creado
en absoluto. (Pues tal como el Santo, bendito sea, es llamado
"Infinito", así son todos Sus atributos y acciones
[infinitos], "pues Él y Sus atributos son Uno"; esto es,
la fuerza vital que emana de Sus atributos —a saber, Bondad y
Piedad y Sus demás atributos sagrados— [emana de ellos] a través
de la investidura de ellos en el "aliento de Su boca"
—[como declara el versículo que la creación resulta del habla de
Dios y el "aliento de su boca" cuando dice:] "pues Él
habló, y [el mundo] cobró existencia"—. Y [lo que es más,
la creación se produjo a través de jésed, como está
escrito:] "el mundo es construido mediante jésed",
[de modo que la creación tiene lugar] a través de "la palabra
de Dios y el aliento de Su boca" que se transforma en un
recipiente y "vestimenta" para este [atributo creativo de]
jésed, "como la tortuga, cuya vestimenta es componente
integral de su cuerpo").
El
Santo, bendito sea, sin embargo, contrajo la luz y la fuerza vital de
modo que pueda expandirse de "el aliento de Su boca", y la
invistió en la combinación de las letras de las Diez Aserciones, y
las combinaciones de sus combinaciones, por medio de sustituciones y
transposiciones de las letras mismas y sus valores numéricos y
equivalentes. Pues cada sustitución y transposición indica el
descenso de la luz y la fuerza vital de grado en grado, de modo que
pueda crear y dar vida a criaturas cuya calidad y significancia es
inferior a la calidad y significancia de las criaturas creadas con
las letras y palabras de las Diez Aserciones mismas, dentro de las
cuales está investido el Santo, bendito sea, en Su Gloria y Esencia
— que son Sus atributos.
El
valor numérico señala la disminución progresiva de la luz y la
fuerza vital hasta que de ella queda sólo el nivel final, el que es
la suma y de clases de poderes y grados contenidos en la luz y fuerza
vital investidos en una combinación particular de una palabra
determinada. (Fue sólo luego de todas estas contracciones y otras
como ellas, como lo decretara Su Sabiduría, que la luz y fuerza
vital pudo investirse incluso en los inferiores [seres creados],
tales como las piedras inanimadas y el polvo. Por ejemplo, el nombre
éven/אבן ("piedra")
indica que su fuente está en el Nombre [Divino] Ba"n/ב״ן
que numéricamente es igual a 52 (נ״ב),
con una alef/א agregada a él de
otro Nombre, por algún motivo conocido por su Creador. Ahora bien,
el Nombre ב״ן mismo pertenece a mundos
muy superiores, pero a través de numerosas y poderosas
contracciones, de grado en grado, descendió de él una fuerza vital
tan extremadamente condensada que pudo investirse en una piedra. Y
ésta [muy enormemente condensada fuerza vital] es el alma del ser
inanimado, la que le da vida y lo trae a la existencia a partir de la
nada a cada instante, como se ha explicado previamente. Éste es el
nivel de "Él llena todos los mundos", en oposición al
nivel de "Él rodea todos los mundos", [donde la fuerza
vital no es contraída en proporción a la capacidad espiritual de
los seres creados]).
Cada
poder y grado [de la fuerza vital] podría crear seres de acuerdo a
su propio nivel, incluso ilimitados en cantidad y calidad, dándoles
vida por siempre, dado que es el poder de Dios lo que se propaga y
emana del "aliento de Su boca" y no hay restricción [a Su
habilidad de crear mundos ilimitados]. Su calidad, sin embargo, no
estará en un nivel tan alto como la calidad y el nivel de las
criaturas que podrían ser creadas del poder y grado de las letras
mismas.
Comentario:
Existe una fuerza divina, llamada “memale kol halmin”, que se
inviste dentro de las cosas. Es la luz infinita de Dios que llena
todos los mundos dentro de los recipientes. Y existe una fuerza
divina, llamada “sobeb kol halmin” que es la luz infinita que
rodea los mundos. No es que la luz esté por dentro y por fuera, sino
que está en distintos grados de revelación y en consecuencia, los
seres creados tienen una conciencia diferente de dicha luz.
El texto explica que todo lo
negativo puede ser interpretado también como positivo. Un ejemplo de
esto, es que cuando hablamos de la sangre, podemos referirnos al
hombre que es elokut/divinidad y sangre; también podemos establecer
cierta relación entre las palabras sangre/דם
y Egipto/מצרים.
El hombre es instinto y divinidad. La sangre es la fuerza de vida que
hace existir al hombre. No obstante, es la letra alef (א)
lo que le da una revelación diferente. El hombre sería sólo sangre
sin esta revelación, y la sangre representa al reino animal.
Podemos
ver otro ejemplo con la palabra Emet / אמת
que significa Verdad. Si eliminamos la letra alef (א),
queda la palabra met/מת,
que significa muerte o muerto. De nuevo, eso nos da la idea de que el
ocultamiento de la divinidad hace que la verdad deje de serlo y se
transforme en algo sin vida. Si el hombre no tiene la Alef /א
que es el alma, (que es la revelación de Dios en sí
misma), acaba convirtiéndose, sólo, en algo material.
Si
tomamos la palabra éven/אבן que
significa piedra, y la palabra Ba''n/בך
que es un nombre divino, vemos que ambas tienen la
gematria 52, que es uno de los valores numéricos del nombre divino
de Havaiá (iud, hei, vav, hei) como ya habíamos estudiado en el
AriZal.
Hay
cuatro combinaciones principales de las letras que conforman el
Nombre divino de Havaiá/י־הוה,
cuyas gematrias son
72, 63, 45 y 52.
El
72 tiene que ver con Jojmá que es la parte más elevada del mundo de
Atsilút.
El
63 es el segundo nivel, tiene que ver con Biná.
El
45 tiene que ver con el mundo de Ietsirá,
y por último,
está
el 52 que es Ba''n, el mundo de Asiá.
La
palabra éven/אבן que
significa piedra, representa el mundo material donde vivimos, que es
la parte inferior del mundo de Asiá. El mundo de Asiá está
representado por el 52, que es la forma más oculta de revelación
del mundo de Dios.
El
45 es el mundo de Tikún (olam hatikún/ עולם
התקון), el mundo de la reparación.
El
63 representa las chispas que cayeron del mundo de Tohu (olam
hatohu/עולם התהו)
al mundo de Asiá que representa el 52. El 63 corresponde al
primer mundo que Dios quiso crear. Como las luces que debían llenar
los recipientes eran muchas y los recipientes eran débiles, éstos
se rompieron. Al romperse, las chispas cayeron abajo, al mundo de
Asiá. Por esa razón, el hombre, que representa al mundo hatikún,
es enviado por HaKadosh Baruj hu al mundo de Ba''n para que rescate
esas chispas.
La
palabra évenאבן representa
el mundo de Ba''n, que es donde están aquellas chispas que cayeron y
en donde se hallan dispersas. Si el hombre toma la piedra (éven) y
la utiliza para algo sagrado, está revelando y rescatando esas
chispas. Eso es posible porque mediante el trabajo, mediante el
cumplimiento de la Torá y los preceptos, el hombre une esas chispas
con el mundo material donde vivimos. Cuando con el deseo de Dios, el
hombre reconoce que está compuesto de alef, de Ba''n y de las
chispas del mundo inferior, y toma esa piedra (éven), lo que está
haciendo es rescatar esas chispas y unirlas en una sola chispa,
elevándola de nuevo por encima de 63, hasta el 72. La eleva al mundo
de Atsilút, a Jojmá, a la letra iud del shem Havaiá, que es el
origen de todas las cosas. De modo que es correcto que la alef /א
y la Ba''n /ן ב de
la palabra éven אבן,
puedan separarse porque alef es Dios y Ba''n es este mundo material
donde Dios no existe. Todo lo anterior al Tzimzum y a la creación de
los mundos, será estudiado con más profundidad en la Cabalá de
AriZal, pero en general, esa es la idea de las cuatro guematrias del
nombre de Dios.
Podemos
inferir la revelación de Dios en cada una de cosas que vemos. Cuando
vemos una piedra, (en el mundo inferior material donde todo es
ocultamiento y donde existimos) vemos que está compuesta de algo que
se llama éven, que es la alef de Dios. En el momento que somos
capaces de reconocer eso en una piedra, estamos haciendo el Tikún,
la reparación del mundo; estamos reparando el mundo porque estamos
rescatando la chispa que hay dentro de esa piedra, dentro del nombre
Ba''n. Elevamos la chispa por encima de su nivel (que está expuesto
a la aventura de olam haTohu, que es 63), hasta el 72, que es Jojmá,
que es Atsilút, donde todo es Uno y no hay ruptura.
Hay
muchas cosas aparentemente confusas que aclararemos poco a poco. Toda
la explicación anterior, en cierto modo, está en clave, y tiene que
ver con algunos conceptos que ya tratamos en clases anteriores. Si
uno medita sobre lo explicado puede sacar algunas conclusiones.
El
capítulo 7 del Tania es fundamental para entender todo lo que ya
estudiamos, y también, para lo que estudiaremos. De él extraemos
dos conclusiones. La primera conclusión de Baal Shem Tov sobre el
versículo “por siempre Dios, tu palabra se afirma en los cielos”,
escrito en el salmo 119.89. Este salmo repite en varias ocasiones que
hay un firmamento en medio de las aguas. Así está escrito en las 10
aserciones cuyas letras y palabras firmes, están en el cielo de
manera constante para dar vida a cada una de las creaciones. Si las
letras partieran un instante y dejaran de dar vida, toda la creación
volvería a la nada absoluta y no quedaría un recuerdo, ni tan
siquiera de aquello que existió antes. Se entiende que cada
creación, cada criatura, cada uno de nosotros, somos nada y nulidad
absoluta con relación al aliento de Su de su boca, con relación a
la palabra que sale de Dios, lo que nos aclara que no solamente la
palabra de Dios nos está creando y que de eso dependemos para
existir, sino que es lo que verdaderamente está en nuestro interior.
El
ser humano, al igual que todas las cosas que existen en todos los
mundos, existe porque Dios constantemente dice que exista. Dios dice
las palabras y éstas no son como las nuestras que cuando las decimos
ya dejan de pertenecernos. Cada persona es esclava de las palabras
que dice, pero lo que Dios dice no está saliendo de Él porque
siempre está trabajando dentro de Sí mismo, con un completo sentido
de pertenencia dentro del conocimiento absoluto. Todo es parte de Él.
Por
ejemplo, yo imagino algo, y esa imaginación está creada por las
letras, por el lenguaje de mi mente. En el momento que yo dejo de
imaginar y dejo que mi mente no interprete ese lenguaje, esa
imaginación desaparece. Cuando esto ocurre, mi mente no sufre cambio
alguno, ni yo dejo de ser quien soy, tan sólo dejo de dar existencia
consciente a algo que, constantemente, está dentro de mí. Ésta es
una parábola para entender como Dios creó toda la creación. En
absoluto hay cambio en Él, ni antes ni después de que creara.
Simplemente, Dios crea esta realidad dentro de Sí. Como dice el
Admur Hazaken parafraseando el Zohar, cuando Dios dice que las
palabras están “constantemente” en la creación, significa que
Él está pendiente “constantemente” de que nosotros estemos
existiendo. Esto da más fuerza a la parábola del alfarero, quien
simplemente transforma lo que ya existe, y cuando él se va, esa
creación sigue existiendo. Sin embargo, si HaKadosh Baruj hu dejara
de pensar en nosotros por instante, desapareceríamos como si no
hubiéramos existido jamás.
Y
la segunda conclusión es sobre el tzimtzum. El ocultamiento no
sucede en forma literal y concreta
para Dios, para Sí
mismo, sino que oculta Su existencia a su creación. Y aunque
creamos que somos seres independientes que podemos decidir nuestro
camino, nuestro destino, Él oculta Su existencia para que
dispongamos de libre albedrío y podamos acercarnos a Él como el
pueblo que se acerca al rey. Por ejemplo, lo que yo estoy diciendo
ahora es algo que yo he decidido y sobre lo cual tengo dominio
absoluto. Sin embargo, como leímos al principio de la clase, la
persona no decide a dónde va sino que es llevado en todo momento a
donde quiere Dios.
Sháar HaIjud VeHaEmuná – Capítulo 8
Ahora
bien, lo que ha dicho Maimónides, sea su memoria bendición —que
el Santo, bendito sea, Su Esencia y Ser, y Su conocimiento, son
totalmente uno, una unidad perfecta y de ninguna manera un compuesto—
se aplica igualmente a todos los atributos del Santo, bendito sea, a
todos Sus sagrados Nombres, y a las denominaciones que los Profetas y
Sabios, Le han atribuido —tales como Gracioso, Misericordioso,
Benevolente, y similares—.
Comentario:
Lo que acabamos de explicar de Rambam, está en el libro “Mishne
Torá, Iad Jazaká” que habla de las halajot, de las bases de la
Torá. El Admur Hazaken nos trae ahora una conclusión más allá de
lo que dice el Rambam. Quiere decirnos que esta unidad absoluta
también se refiere a los atributos de Dios, y esto se entiende a la
luz de lo que ya estuvimos estudiando.
Esto es cierto también respecto de ser [Dios] llamado Sabio, como
está escrito: "Y El también es sabio..."; y análogamente
respecto de Su voluntad, [como está escrito:] "Dios desea a
quienes Le temen" y "Él quiere realizar bondad", y
"Él desea el arrepentimiento de los malvados y no desea su
muerte y sus maldades" y [del mismo modo:] "Tus ojos son
demasiado puros como para contemplar el mal". [Sin embargo,]
Comentario:
Todas estas son palabras de los profetas y de los sabios. Y como
sabemos, los profetas hablan en forma de parábola.
Su
voluntad, Su sabiduría, Su atributo de bondad y piedad, y Sus demás
atributos, no agregan pluralidad y composición, Dios libre, a Su
Esencia y Ser, sino que Su Esencia y Ser, y Su voluntad, sabiduría,
entendimiento, comprensión, y Su atributo de bondad, poder, piedad y
belleza —que se compone de Su bondad y poder—
Comentario:
Está diciendo que belleza, tiferet, se compone de jésed y
gevurá.
…y
del mismo modo Sus demás atributos, todos, constituyen una unidad
absolutamente perfecta, que es Su mismísima Esencia y Ser. Y como
Maimónides —sea su memoria bendición— declaró: "Esto está
más allá de la capacidad de la boca para expresarlo, más allá de
la capacidad del oído para escucharlo y del corazón del hombre para
conocerlo cabalmente".
Pues
el hombre visualiza en su mente todos los conceptos que desea
concebir y comprender — todos tal como se encuentran dentro de sí
mismo. Por ejemplo, si desea observar la esencia de la voluntad, o la
esencia de la sabiduría o del entendimiento o de la comprensión, o
la esencia del atributo de bondad y piedad y similares, las visualiza
todas tal como éstan están dentro de sí mismo. Pero en verdad, el
Santo, bendito sea, es "elevado y exaltado" y "Santo
es Su Nombre". Es decir, El es Santo y separado por muchas
miríadas de grados ad infinítum, muy por encima de la
calidad, tipo o clase de alabanzas y exaltaciones que las criaturas
pudieran captar y concebir en sus mentes.
Comentario:
Hay muchas palabras en el texto que cuando se dicen en lashon
ha-kodesh, en hebreo, tienen un significado; en cambio, cuando las
leemos en castellano no representan más que una cualidad o un
concepto. Por ejemplo, cuando en hebreo se dice “Kadosh shemó”,
en castellano se dice “Santo es Su nombre” .
Se
traduce de la siguiente forma: “Shemó: Su nombre; Kadosh: Santo o
Sagrado”
Shemó,
Su nombre, se refiere al nombre Havaiá, el Nombre Superior que como
todo nombre no es más que la revelación de una esencia, pero
“Kadosh”en lashon ha-kodesh (lengua sagrada), significa “separado
y oculto”. Por lo tanto, cuando uno dice Santo (“sagrado”), no
tiene nada que ver con el origen kadosh, cuya traducción literal es
separado. Miriadas se refiere a cantidad y significa “muchísimos”
“muchos millares”. Sirva como ejemplo también, cuando la mujer
es santificada (mikadesh/מקודש)
por el hombre. ¿Qué significa que el hombre santifica a la mujer?
Qué la separa para sí; es algo muy concreto.
En
el Bet HaKeneset, en el templo, en el santuario, hay un lugar que se
llama Kodesh, que es donde están la menorá, la estantería con los
panes, el candelabro, el incensario y es también, en donde trabaja
el cohen. Sólo los cohanim pueden acceder a ese lugar. Por eso, es
un lugar separado. El kodesh tiene un lugar superior de sacralidad
que es el Kodesh Hakodashim, donde incluso el cohen, el gran
sacerdote, sólo puede entrar en Iom Kipur.
Cuando
decimos “Kadosh Shemó”, sagrado Su nombre, sagrada Su
revelación, está separada, lo que significa que hay distintos
niveles de revelación de la luz infinita de Dios en los mundos, y
dentro de los mundos, y como vemos también aquí dentro de nuestro
mundo. No obstante, a pesar de que vemos revelada la esencia de Dios
en varios niveles, esto referido a Su nombre, en realidad es todo Uno
y está todo al mismo nivel, lo cual está por encima de nuestro
entendimiento. A través del tzimtzúm, de la contracción y del
ocultamiento, Dios hace que se revelen diferentes aspectos y
distintas graduaciones de la intensidad de la luz en cada nivel de la
creación. Cuando estudiamos estás cosas, tratamos de llevarlas a
nuestra realidad.
¿Qué
significa esto para todos los niveles de nuestra vida diaria, para
nuestro trabajo? ¿Cómo se puede sacar un beneficio propio de todo
esto? La respuesta es que todo esto nos sirve para
capacitarnos en aras de hacer nuestra tarea en este mundo. Si
queremos sacar un beneficio material egoísta de la revelación de
Dios, de los nombres divinos de la Torá, de la Cabalá y del
Jasidut, posiblemente también podremos conseguirlo. Evidentemente,
hay personas que están obteniendo beneficios de esta revelación tan
sólo para satisfacer sus propios deseos, siendo ésto algo
completamente negativo. Cierto es que Dios nos creó con deseos, con
instintos y con necesidades que deben ser satisfechas, lo cual no
debe ser despreciado, pero sí debe ser sublimado y transformado de
forma que ese instinto sirva al propósito general. Así que cuando
vemos a alguien que nos parece egoísta, y en consecuencia, malo, o
incluso cuando nos analizamos y nos vemos a nosotros mismos como
personas egoístas, ese pensamiento puede llevarnos a la depresión,
por lo que tenemos que razonarlo de la siguiente forma: la verdad, es
que HaKadosh Baruj hu me creó de esta manera; no me gusta como me
creó; quiero cambiar.
La
gente, en especial aquella que se lo plantea, no tiene muchos
instrumentos, muchos keilim para poder cambiar. Por cierto, ese grupo
tan sólo corresponde a un pequeño porcentaje de las personas de
este mundo. Normalmente, las personas que de verdad quieren cambiar,
se encuentran con que están desprovistas de los elementos para este
cambio, lo que puede causarles una depresión y llevarlos a abandonar
el propósito para dedicarse a otra cosa; o quizás pueda ocurrir
algo completamente distinto. Todas esas cosas que sentimos,
indistintamente de que las consideremos buenas o malas, son
cualidades que puso HaKadosh Baruj hu dentro de nosotros, son
elementos que Él brindó a cada ser humano, en diferente calidad,
cantidad y combinación. Todas las personas poseemos esas cualidades
en diferente medida. Y eso es lo que marca la diferencia entre los
animales y el resto de las criaturas.
¿Por
qué Él me creó así? Cada uno tiene un trabajo que
hacer en este mundo; cada uno tiene algo que reparar, que rescatar
dentro de este universo en que vivimos. Si fuéramos perfectos
seríamos ángeles, máquinas, robots, o animales sin capacidad de
reconocer a su Creador. El primer paso para la transformación de uno
mismo, es aceptar que todo lo que consideramos bueno o malo, dentro o
fuera de nosotros, (también en otras personas), es sólo el
instrumento que Dios nos da para trabajar en este mundo. Si lo vemos
de esta forma, podremos comprender que no hay nada malo, sino que tan
sólo hay distintos grados de dificultad de comprensión. “Yo no
elijo el instrumento”. A medida que aprendemos a utilizar el
instrumento, éste se va transformando en una herramienta para traer
luz, para ayudar a los demás. Esa es la primera revelación que
debemos hacer para transformar y revelar la alef/א
que está dentro de cada uno de nosotros. El resto no
es más que técnica; es reconocer que Dios es todo y que todo lo que
existe es Dios. Hay un dicho de Jasidim que dice que, cuando uno se
cae del caballo puede hacer dos cosas: una, es sentarse y ponerse a
llorar porque se cayó del caballo; y la otra es pararse y volver a
subir al caballo para continuar el camino. Cuando el jinete se sube
al caballo y sigue camino, inmediatamente olvida que se cayó. En
general, cuando sufrimos y hacemos sufrir al prójimo, es debido a la
falta de experiencia en el manejo del instrumento. Nosotros somos el
instrumento. Anotamos como ejemplo, aquel aprendiz al que le cuesta
recibir la palabra del maestro. El maestro debe explicarle cada uno
de los detalles de la tarea, y explicarle también el arte del manejo
del instrumento. A parte del arte, el maestro tiene que saber
explicar todo adecuadamente para que el alumno pueda entenderlo. Pero
normalmente, el alumno no tiene paciencia. Llega, agarra las
herramientas y se pone a hacer cosas, y dependiendo de qué
instrumento y de qué arte estemos hablando, puede hacer cosas más o
menos peligrosas. Y sirva como ejemplo también, el niño que en su
inmadurez no reconoce la existencia de cosas que pueden dañarlo y
que pueden dañar a los demás, porque no reconoce la importancia de
las cosas y elige de acuerdo a su placer y capricho momentáneo. Así
somos las personas que todavía no hemos terminado de refinar nuestro
ser. Lo primero que se empieza a entender cuando se toma conciencia,
es justamente que uno no sabe nada. La mejor manera de aprender es
tomar conciencia de que no manejamos la situación, de que no somos
dueños de la sabiduría de Dios. Esa es la mejor forma para poder
recibir. En el aprendizaje hay cosas dolorosas para unos y
beneficiosas para otros.
Somos
un alma dentro de un cuerpo; somos seres humanos. Existe el alma que
es parte de Dios en lo alto. El alma que es enviada aquí, viene en
contra de su voluntad y cuando se inviste en un cuerpo, se transforma
de inmediato en un deudor. ¿Por qué? Porque es enviada a hacer un
trabajo. Dios preguntó a las almas de Israel si el mundo tenía que
ser creado. La pregunta no fue tan sólo para recabar la conformidad
de ellas sino porque tenían que bajar aquí, y participar en la
creación. En el momento en que ellas estuvieron de acuerdo con la
creación del mundo, fueron obligadas a realizar esa tarea. Cuando el
alma llega al cuerpo sabe que no tiene el 100% de los instrumentos
para realizar la tarea que tiene encomendada, y por aquello que tiene
que hacer y no puede llevar a cabo, queda también en deuda. Esto se
podría comparar con aquellas personas que deben dinero. En
ocasiones, el dinero que adeudan es superior al que pueden devolver;
por lo tanto, se trasforman en deudores. En ese caso, hay dos
posibilidades: uno dice, - “tomo la mitad del dinero para
devolver”; otro dice - “para qué voy a devolverlo si no voy a
poder satisfacer a todos los acreedores”. Esta opción no
corresponde a una forma correcta de actuar. Lo correcto es dirigirse
a los acreedores y decirles - “tengo esto, mi voluntad es pagar
pero ahora no puedo. Les propongo ir pagando poco a poco con lo que
tenga”. Si ese acreedor es una persona de jésed, una persona
correcta, aceptará, e incluso puede que se le responda - “dame lo
que puedas y el resto te lo perdono”. O quizás otro acreedor
podría decir - “no me des nada, sé que no puedes; sé que tienes
la intención sincera y yo acepto que no me pagues para que puedas
pagarle a otro.”
Cuando
hacemos el balance de todo el año en el mes de Elul, después de
hacer jeshbón nefesh y ver lo que hay en nuestro interior, sabemos
que estamos en deuda, y nuestra deuda es superior a la capacidad que
tenemos para devolver.
Entonces,
decimos a HaKadosh Baruj hu: -
“slija (discúlpame), mi intención fue hacer todo lo que me
pediste. Hasta ahora yo no fui muy consciente, no pude administrar de
la mejor manera las armas que me diste. Pero tengo la intención de
realizar todo lo pendiente, de ser mejor persona, de hacer mejor
tefilá, de estudiar más Torá, de ser mejor padre, mejor hijo,
mejor hermano. Hasta este momento, hasta este instante, yo no sabía
lo que tenía que ser. Ahora sé que lo que Tú me diste, tengo que
ponerlo a tu disposición. Utilízalo como quieras.”
Entonces,
HaKadosh Baruj hu, responde al hombre:-
- “Salajti Kidvareja / perdoné tal como me pediste”.
¿Qué
quiere decir “te perdoné”? Cuando uno entrega el alma
para hacer una tarea, reconoce que es un ser humano limitado que
considera estar a la altura de su alma; que da todo de sí para que
su mente, su vestimenta, su alma, su cuerpo, lo ayuden. Pero de
entrada sabe que es una tarea imposible de realizar por sí mismo,
entonces, clama a Dios, y Dios le responde: “no te preocupes, tira
el oro al fuego y yo voy a hacer la gueulá.” Así le dijo Dios a
Moshé Rabenu cuando éste no sabía cómo debía hacer el candelabro
que Le había encomendado. Y Dios continuó diciéndole: “toma el
oro y tíralo al fuego", y la Menorá se hizo sola. Éste es el
trabajo nuestro de todos los días, tirar el oro, lo mejor de
nosotros al fuego sagrado para que Dios haga el verdadero trabajo.
Éste es el mensaje que extraemos hoy de lo que estamos estudiando en
el Tania con relación al mes de Elul.
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1
Rebe Rashab (Rabi
Shalom DovBer Schneersohn)
2
Jai es 18
4
Admur Hazaken (Rabi Schneur Zalman de Liadi),
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