(basado en una charla del rabino Ginsburgh para las
alumnas de la Ulpena beit Sará, 11 de Shevat 5772, escrito por Nir Manusi)
Acerca del diario personal más famoso del mundo, del
alma especial de quien lo escribió, su vida, su muerte, de la redacción de las
cartas y de la escritura en general. En recuerdo de Ana Frank,
con amor.
“Espero que pueda revelarte todo lo que no pude revelarle a nadie
hasta ahora, y espero que encuentre en ti un confidente fiel y
comprensivo.”
Con estas palabras comienza el diario personal más famoso del mundo, el
diario de Ana Frank. Escrito en primera persona y revelando el corazón sensible
de una joven que ha madurado, el diario atestigua los dos años durante los
cuales Ana se escondió junto a sus padres, su hermana y otros cuatro judíos en
una dependencia trasera secreta de la casa de una familia holandesa en
Amsterdam, antes de ser capturada por los nazis y enviada al campo de
concentración. Describe el ambiente estresante, intenso y lleno de fricciones de
las ocho almas encerradas en un espacio estrecho y escondido y la vida bajo la
amenaza permanente de ser atrapados, simultáneamente con la incertidumbre y las
vacilaciones existenciales de una adolescente.
El diario de Ana Frank es el
más vendido en el mundo, el mayor best seller escrito por una mujer judía, y el
mayor best seller escrito por una persona menor de 30 años. 33 millones de
copias se vendieron hasta ahora, y posiblemente el traducido a más idiomas que
cualquier otro libro, 75 idiomas. Además, el libro que más se vende acerca del
holocausto, y en las décadas que pasaron desde que se difundió por primera vez,
para millones sirvió como el primer acercamiento, y a veces el único, a la
adversidad y el horror que pasaron los judíos en la segunda guerra mundial.
Medio millón de personas visitan cada año la casa-museo que se levantó alrededor
de la casa donde se escondió Ana Frank, y hasta hoy en día, muchas personas de
todo el mundo a quienes la historia de Ana les conmovió el corazón, acostumbran
escribirle cartas como si estuviera viva todavía. Estos hechos asombran
enormemente cuando recordamos que este libro fue escrito por una joven de sólo
15 años.
Ana Frank creció en una casa judía asimilada, y no estaba conectada
con el judaísmo. Sin embargo, quiso la Providencia que llegue a ser la
representante de todo el pueblo judío para millones de personas en todo el
mundo. El Baal Shem Tov, el fundador del Jasidut que abrió ante nosotros las
puertas de los secretos de la Torá, nos enseñó que en todo lo que hay en el
mundo hay que meditar a través de la lente de la fe y la Torá. ¿Qué inspiración
podemos obtener de la personalidad y la historia de Ana Frank a través del
instrumento de meditación de la Dimensión Interior de la Torá?
La Tefilá como un Diario Personal
Volvamos a leer el
párrafo inicial del diario: “Espero que pueda revelarte todo lo que no pude
revelarle a nadie hasta ahora, y espero que encuentre en ti un confidente fiel y
comprensivo.” Estas líneas no se las escribe Ana Frank a su amiga ni a un
pariente, sino a su propio diario. Así, a continuación Ana le otorga a su diario
un nombre humano, “Kiti”, para poder mostrarse a sí misma aún más hasta
qué punto utiliza su diario como una amiga de carne y hueso, en cuyo oído poder
derramar todo lo que se encuentra en su corazón. En algunas de las adaptaciones
teatrales del libro, esta idea cobra vuelo y “Kiti” se vuelve
verdaderamente una personalidad encarnada por la actriz, reflejando desde un
costado lo que sucede, sin que ninguno de los personajes se entere de su
presencia, y le relata al público los pensamientos personales de Ana, evocados
en las hojas del diario.
La idea de escribir o hablarle a una personalidad
que no está ante nosotros –más todavía, que es en absoluto intangible- recuerda
por supuesto a la Tefilá, la plegaria. Efectivamente, las
palabras introductorias del diario suenan como palabras que toda persona
creyente dice en su corazón al Todopoderoso. Dios “examina los recovecos de
nuestro corazón”, y conoce todo lo que sucede dentro de nosotros. Nos conoce
mejor que nosotros mismos. Este es el motivo por el cual muchos sienten a veces
que El Todopoderoso es ese yo más íntimo en nuestro interior. Esta idea por
supuesto contradice y desarraiga la esencia de la creencia en que Dios nos creó
y es un ser superior a nosotros, aunque la verdad simple es que está inserto en
nuestro núcleo más profundo, allí se encuentra Dios, y por eso podemos
dirigirnos a Él de la misma forma directa y simple en que hablamos con nosotros
mismos, o escribimos un diario.
Lo primero que podemos recibir de Ana Frank y
llevar al campo de la fe es entonces, la escritura de un diario personal, y en
especial en la hora de dificultad y sufrimiento, como el ejemplo de un sincero
derramar el corazón ante Dios en la plegaria. "תְּפִלָּה לְעָנִי כִי יַעֲטֹף וְלִפְנֵי ה' יִשְׁפֹּךְ
שִׂיחוֹ" , “Plegaria del hombre pobre, que desfallece
y derrama su relato [aflicción] ante Hashem”: en los momentos de pobreza y
angustia, tenemos que derramar nuestro relato con una libertad completa ante
Hashem, como si estuviéramos escribiendo en nuestro diario personal.
Un Alma Elevada
La prueba de que la pequeña Ana Frank
logró representar a todo el pueblo judío para millones de personas, muestra que
su alma joven era de una categoría y de un alcance fuera de lo común. El talento
literario que la caracteriza desde tan joven, el diario que recibió al cumplir
los 13 años, sólo un mes antes de entrar al escondite, el relato de su increíble
supervivencia del diario (y de su padre que lo difundió), todos aquellos que
integran el escenario viviente de fondo para revelar la luz de su alma al mundo,
y en el futuro tocará el corazón de multitudes.
Después de que el diario fue
publicado y tuvo un éxito excepcional en todo el mundo, comenzaron a escucharse
voces acerca de su falta de credibilidad. Un número de “historiadores” negadores
del holocausto comenzaron a argumentar que en realidad no fue Ana Frank quien
escribió el diario, e incluso que ella no existió. Algunos sostuvieron que el
diario lo escribió el periodista Meir Levin, (que se ocupó de publicar el libro
en Estados Unidos y hasta adaptó la obra teatral), y otros, que lo escribió el
padre de Ana, Oto Frank, para reforzar la mentira del holocausto y hacer fortuna
usando a su hija. Oto Frank libró batallas legales contra esas personas, que
siguieron hasta el día de su muerte en 1980.
Por más gracioso que suene, la
incertidumbre de su existencia o la veracidad de sus palabras son una indicación
de su grandeza. Incluso sobre el Baal Shem Tov hay quienes sostienen que no
existió, y que su imagen existe sólo en el ámbito las historias que dan vuelta
por el mundo acerca suyo. También sobre el bíblico Iov, la
persona más sufrida del mundo, existen [incluso dentro de la literatura de los
sabios de bendita memoria] un amplio espectro de opiniones, de un extremo al
otro respecto a su personalidad y su vida. Las opiniones están divididas en si
era judío o no, cuándo vivió, quién fue su esposa, y si acaso vivió o fue una
parábola. Las dudas acerca de su existencia no están sólo
relacionadas a la grandeza, entonces, sino, por algún motivo misterioso, también
con el sufrimiento (de acuerdo con algunas opiniones la esposa de Iov no era
sino Diná, la hija de Iaacov y hermana de las 12 tribus, que soportó ella misma
muchísimos sufrimientos y hasta su suerte es objeto de discusión).
La raíz de
todas las almas de las que se duda su existencia, se puede decir, está arraigada
en un estrato sumamente elevado en la Divinidad misma, y en lo que respecta a
nosotros, su existencia depende más que nada de si lo creemos o no. De acuerdo
al Jasidut, la fuerza de la fe en el alma tiene su raíz en un estrato oculto y
elevado del alma que se llama “reisha delo iadá vedlo itiadá”, “la
cabeza incognoscible y no se da a conocer”. La “cabeza” que no se conoce a ella
misma y no se da a conocer a los demás (iniciales radl”a). Quizás el
origen del alma de Ana Frank, se podría decir, está arraigado en este estrato
sublime.
Diario de Teshuvá
El escritor Primo Levi, sobreviviente
de Aushvitz cuyos escritos también trajeron el holocausto a la conciencia de
multitudes, dijo una vez: “Una Ana Frank nos conmueve más que las historias de
otros, que sufrieron como ella pero su rostro quedó en la oscuridad.
Posiblemente es mejor que sea así, porque si hubiéramos podido comprender todo
el sufrimiento de todas aquellas personas no hubiéramos podido
sobrevivir”.
Las palabras de Levi recuerdan una idea fundamental de la
sabiduría de la Cabalá conocida como la idea del “tzimtzum”, “la
contracción. Cuando Dios quiso crear el mundo tenía infinitas luces con las que
quería iluminarlo. Pero sabía que el mundo no iba a ser capaz de soportar todas
esas luces, y se iba a destruir. Por eso Dios contrajo su luz en una línea
delgada de luz, y la insertó dentro del mundo. Este hilo de luz se revela en
nuestro mundo en los libros de Torá, en las palabras de los profetas, y también
en la chispa Divina en cada uno y una.
Primo Levi habló sobre la contracción
del sufrimiento, sobre la historia de Ana Frank como un pequeño resplandor que
permite a las personas aprender acerca del holocausto de manera que no los
colapse. Pero podemos llevar esta idea a un lugar positivo, más parecido a la
contracción cabalística. Si una historia personal aislada puede revelarle al
mundo la oscuridad que experimentaron millones, es porque también puede revelar
una gran luz.
Vivimos hoy en una generación en que muchísimas personas que
estaban completamente desconectadas del judaísmo, de la fe o en general de lo
espiritual –como Ana Frank y su familia- de repente se despiertan en la edad de
la madurez y encuentran su camino de regreso a su origen. Al mismo tiempo,
también las almas que crecieron en el seno del judaísmo, pero por diferentes
motivos experimentaron una desconexión o alejamiento, lo descubren de nuevo, a
su manera. Esta vivencia del despertar y el retorno a Dios es de hecho la
experiencia más íntima en la psiquis del hombre. Esos momentos preciados, raros
y frágiles de revelación de la raíz del alma producen chispazos de revelación
Divina, nada menos que eso.
Sobre el verso del libro de Debarim (30:3) “Y
regresará Havaiá tu Dios a tus retornantes”, pregunta Rashi: “tendría que
haberse escrito ‘y hará regresar a tus retornantes”. ¿Por qué está escrito
“regresará”? La respuesta de Rashi: “Es tan grande el día del kibutz
galuiot, la recolección de los exiliados, y a duras penas, como si fuera
‘Él [Hashem] mismo tiene que ser el que traiga de las manos tal cual a cada uno
y uno desde su lugar’”. La reunión del exilio físico y espiritual de las almas
de Israel se realiza de tal manera que Hashem mismo, como si fuera, acompaña a
las almas desde donde se encuentran de regreso a casa.
En nuestra generación,
todo aquel que logra experimentar un despertar espiritual como este, tiene que
transmitirlo verbalmente o por escrito, para que otras personas también puedan
probar de sus mieles –“Prueben y ven que bueno es Hashem” (Salmos 34:9). Así
como el diario de Ana Frank le transmitió a millones una idea de las
dificultades de los judíos, como así también la confianza en la vida a pesar de
las dificultades, así los diarios de teshuvá pueden transmitir a muchos la fe en
lo que está por encima y más allá de la vida, la luz Divina que le da a la vida
el motivo y el significado.
La escritura de un diario de teshuvá es diferente
de la escritura de un diario común, porque en él tenemos que tratar de expresar
en palabras aquello que no se puede expresar, decir algo imposible de decir. En
otras palabras, en la escritura de este tipo, lo que no se escribe es más
significativo que lo que se escribe. Pero esto no tiene que disuadirnos del
intentarlo. Las palabras que salen del corazón entran en el corazón, y esto es
cierto incluso en cuanto a lo que no se dice explícitamente, sino un susurro
entre líneas.
Ocultamiento y Revelación – Ester veGuilui
Sabemos que
cuando Ana comenzó a escribir el diario, pensó que nadie lo vería. Por eso
escribió los nombres verdaderos de las personas que estaban con ella en el
escondite, y también escribió detalles personales y a veces negativos. Pero un
día escuchó en la radio un discurso de una de los representantes del gobierno
holandés en el exilio, que hablaba desde Londres, y dijo que quería publicar
después de la guerra los informes y diarios de los holandeses que sufrieron bajo
la ocupación alemana. Inspirada por esta declaración decidió que cuando salga
libre publicaría el diario como un libro, porque eso ayudaría a los demás, y
comenzó a editarlo y cambiar los nombres de los huéspedes de la casa para
protegerlos.
Esto nos muestra algo significativo acerca de la escritura
privada. La escritura de las emociones tiene que ejecutarse desde del lugar
personal más profundo, de tal manera que no queremos exponerlo ante nadie en el
mundo. También si sabemos que quizás un día lo llegarán a leer, o incluso que
nosotros mismos lo publiquemos, la escritura tiene que realizarse como si nadie
más la ha de ver.
Pero luego tenemos que preguntarnos, si lo que escribimos
puede llegar a ayudar a alguien más. Si nuestras palabras personales pueden
tocar a otro, ayudarlo a realizar una rectificación significativa en su vida, o
acercarlo a Dios. Si ellas pueden tener una buena influencia sobre el mundo, si
el arrepentimiento es positivo, ya que tenemos que realizar un acto de
mesirut nefesh, dar la vida, e incluso las cosas más privadas, después
de la revisión necesaria, dar a conocer.
La transición de la escritura
privada a la difusión pública se entiende más en profundidad a la luz de las
enigmáticas palabras de los sabios en el tratado de Jaguigá, que Dios
tiene recámaras externas e internas. En las cámaras externas de Hashem, explican
los sabios, se cumple el verso “Fuerza y alegría en Su Lugar” (Crónicas I
16:17): Dios demuestra alegría. Frente a esto, en las cámaras interiores se
cumple el verso “en los lugares ocultos llorará mi alma” (Irmiahu 13:17): Dios
llora en secreto por el exilio y el sufrimiento del pueblo de Israel. De la
misma manera, la difusión de las cosas privadas que se escribieron con una
vivencia personal e íntima de llanto, es para que al final las cosas se
conviertan en “fuerza y alegría”: llegaron al público y de tal manera que
refuerza y los eleva (tal como el llanto oculto de Dios al final se hará
público, y nos consolará al escucharlo).
Cartas para
Ana
Destacamos antes que muchas personas de todo el mundo, y en
especial jovencitas de la edad que Ana Frank tenía al escribir el diario,
acostumbran seguir escribiéndole cartas. Cuando una persona logra llegar a su
prójimo desde una distancia tan grande en el tiempo y el espacio, esto nos
enseña una lección muy importante acerca de la fuerza del alma, cuando se eleva
sobre las limitaciones del mundo para alumbrar a lo lejos. Si somos capaces de
conmovernos con las palabras de una persona que hace tiempo se fue de este
mundo, a tal punto de impulsarnos a contestarle, es porque en cierto sentido su
alma nunca se fue. Todavía está aquí, dentro de nosotros, incitándonos a pensar
y sentir.
Ana Frank murió a los 16 años de edad. Si todavía estuviera viva
tendría 83 años. Podemos tratar de imaginar como sería; una mujer anciana,
probablemente a esa edad algo encorvada, pero teniendo todavía esa misma chispa
en los ojos, esa sonrisa pícara y la personalidad tenaz y vigorosa que conocemos
tan bien de sus fotos y su diario. Pero nos resulta difícil hacer eso, porque en
los ojos del alma ella permanece siempre joven. Esa es la suerte de aquellos que
mueren al comienzo de sus días: permanecen a los ojos de aquellos que los
recuerdan, jóvenes por siempre. A pesar de todo lo trágico de su muerte
prematura, justamente esos que permanecen jóvenes eternamente, esos que al morir
siguen viviendo, nos transmiten algo importante acerca del alma: también ella,
el alma, permanece joven eternamente como ellos, inmune del paso del
tiempo.
Hay una costumbre de seguir contando los días de nacimiento también
muchos años después de la muerte. Así, por ejemplo, los jasidim acostumbran leer
cada año el salmo que corresponde a la edad de su Rebe difunto. No obstante,
explica la Cabalá que en la resurrección de los difuntos, las personas revivirán
con la misma edad en que se fueron, como si no hubiera pasado ni un día. En
otras palabras, después morir la persona madura y no madura, descansa y no
descansa. Es difícil representar ante nuestros ojos una idea como la
resurrección de los difuntos (por eso, el Rambam dijo acerca de los días del
Mashíaj, que “no sabremos cómo será hasta que no sea”), pero si intentamos
hacerlo respecto a Ana Frank, podríamos imaginarla que viene a nosotros como una
anciana en un cuerpo de adolescente. Y así tenemos ante nosotros una parábola
más agradable todavía de la apariencia del alma: madurando constantemente, pero
al mismo tiempo fresca y vigorosa (algo parecido, notemos, se explica en jasidut
acerca de la apariencia del Mashíaj que deseamos: estará compuesto del alma del
Moshé anciano y en el cuerpo de David más joven...).
¿Qué le escribirían a
Ana Frank? ¿Qué le quisieran contar de vuestras vidas aquí y ahora? El diario de
Ana Frank merece estar en la lista de los libros obligatorios de todo estudiante
de su edad, en Israel más que en cualquier otro lugar, y hay que alentar a los
alumnos a escribir cartas, y difundir las cartas más interesantes. El alma de
Ana puede seguir iluminando nuestro mundo, y estimular a nuestras almas a que se
expresen tal como ella lo logró hacer tan
bien.